Esta nueva modalidad es fruto de la pandemia, del confinamiento y del teletrabajo, que demostraron que los trabajadores/ras del mundo fueron capaces de realizar su trabajo desde otras ciudades, desde otros lugares, desde casa, etc. y también decidir cuándo hacerlo, y por tanto tener un mayor control del tiempo y del trabajo.
Ya hay muchos casos de personas que deciden trabajar a última hora de la noche o avanzar proyectos a primera hora de la mañana; también de padres que con el objetivo de poder conciliar, pliegan un par de horas por la tarde para recoger a los niños y niñas del colegio y cenar con ellos, y completan el resto del trabajo después de que el niño o niña se hayan ido a dormir.
Los expertos aseguran que este trabajo no lineal tiene muchas ventajas como una mayor flexibilidad, que suele transformarse en una mayor productividad, ya que en lugar de conectarse durante 8 horas seguidas, los trabajadores/ras, pueden dividir su jornada laboral en bloques que se adapten mejor a sus rutinas y les permita tener mayor control sobre su tiempo.
Esto significa que las jornadas laborales no lineales ayudan a que el trabajo pase de estar centrado en la actividad, a estarlo en los resultados, por tanto la reflexión es clara: qué importancia tiene cuánto y cuándo se trabaja si el resultado ¿será lo mismo?