Existen bastantes estudios que señalan múltiples beneficios en el trabajo a distancia, tanto para cuidar la salud de los trabajadores, como también para seguir manteniendo la actividad económica.
En todas estas reflexiones hay que tener en cuenta que el trabajo es uno de los ejes vertebradores sociales más claros y uno de los que más condicionan nuestros contactos sociales; es importante destacar que el teletrabajo en aquellos sectores en los que se puede implementar evitaría una serie de movimientos diarios y de interacciones sociales, y esto es muy complicado de conseguir con otros tipos de medidas.
Pero en nuestro país hay una serie de costumbres muy establecidas, y una es la de necesitar una infraestructura determinada para trabajar, así como una necesidad muy grande de controlar visualmente la plantilla empresarial.
También hay muchos casos de empresas que tienen oficinas muy grandes, que las alquilan pensando en la presencialidad, y también unos trabajadores/ras, que si producen desde casa, deben asumir parte de los gastos que esto supone.
La cuestión es que el porcentaje de personas teletrabajando se ha vuelto a desplomar desde los meses de verano, parece que ni las empresas, ni los domicilios de muchas personas están preparados para teletrabajar, y la Ley, tan sólo “recomienda” hacerlo, por lo que se está volviendo atrás en este sentido.