Los datos lo muestran, ya que por ejemplo durante el mes de enero de este nuevo 2023 se firmaron 1.151.747 contratos iniciales, de los que 481.304 fueron indefinidos, lo que supone el triple de lo registrado el año anterior en ese mismo período.
Pero lo que llama la atención es que ni 4 de cada 10 fueron a tiempo completo, por tanto el 2022 ha sido el primer año de la historia, en el que este tipo de contratos suponen menos del 50% del total, un dato que muestra que la transformación del mercado laboral se sostiene dando mucho más peso a los contratos de tiempo parcial.
En toda esta situación es necesario tener en cuenta una serie de consideraciones, la primera es que la parcialidad entre los contratos temporales no ha aumentado, sigue suponiendo seis de cada diez contratos, pero, al mismo tiempo, el tiempo completo sigue suponiendo el 70% del total.
Y la segunda consideración es que este retroceso relativo del trabajo a tiempo completo no responde a un mayor peso de los contratos indefinidos ordinarios a tiempo parcial (han bajado del 25% al 21%), sino a la irrupción de los fijos discontinuos en el mostrador.
En este panorama la tasa de contratos indefinidos a tiempo completo registra la mayor caída a partir de marzo, que era el mes en el que finalizaba la vacatio legis de la regforma laboral para eliminar los contratos temporales por obra y servicio.
El impacto de esta modalidad ha sido de tal magnitud, que durante algunos meses ha superado el de los nuevos contratos indefinidos a tiempo completo, lo que demuestra el interés de las empresas en las decisiones de nueva contratación, especialmente entre las ETT, que acaparan el 40% de éstos.